sábado, 22 de febrero de 2014

La Azotea

Cada noche sueño que puedo volar, que subo a la azotea del humilde edificio que me acoge y que una ráfaga de viento me devuelve a tus brazos.

Regreso a ti, a disfrutar de tu olor y de tu calor. Mi corazón está entre dos aguas, entre mi pasado y mi futuro, y aunque sé que no puedo mirar atrás no puedo evitar sentir nostalgia por ti. 

No me dejaste opción, me obligaste a irme. Necesitaba sentirme vivo y la única opción que me quedaba era sobrevivir lejos de ti. Hoy me rodea otra calidez, otro color, y aunque mi corazón sigue siendo tuyo no quiero pensar en el futuro.

Cada atardecer subo los 15 escalones que separan mi habitación de la azotea desde donde te escribo, paredes  encaladas de un blanco radiante, y suelo del color de la sangre. Y desde allí te observo, con tu contorno  inconfundible.

Siempre me hablaban de la otra orilla, de las oportunidades que ofrecían, del riesgo que suponía pero nunca de la soledad que  me rodearía.

Hoy estoy en el sur de otras tierras extrañas. Y en esos días que el sol brilla en todo su esplendor  y  que la nitidez de la lejanía es perfecta, subo aquí, a este pequeño refugio en que se ha convertido la azotea de mi nuevo hogar, y allí a lo lejos estás tú, África mi gran amor.




Ana Rioja Z.

(Prohibida la reproducción de este texto y fotografía sin autorización del autor)


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