miércoles, 26 de febrero de 2014

La Nevera

Abrió la nevera y vio que estaba vacía, no había absolutamente nada, ni siquiera las bandejas ni cajones donde guardar cosas como tenía la que unos hombres acababan de llevarse. 

Se quedó fijamente mirando el interior, y con una expresión en su cara que reflejaba mil ideas que se pasaban por su pequeña cabeza, no lo dudó y salió corriendo de la cocina en busca de su hermano Pablo  para compartir su descubrimiento.

Agarrados fuertemente de la mano y con la emoción de quien se encuentra con un cofre lleno de tesoros, abrieron de nuevo la puerta de la nevera. Con un susurro le invitó a mirar dentro. No hay luz y no hace frio, le dijo Celia,  podemos entrar, seguro que es mágica.

No lo dudaron, y con la ingenuidad de la infancia y la imaginación desbordante, comenzaron su corta aventura. El lazo rojo de su vestido  los delató. De espaldas a la puerta como esperando traspasar a otro mundo, oyeron la voz de su madre. Salid de aquí, Narnia está muy lejos, y hay que poner las bandejas y llenar la nevera de alimentos para viajar hasta allí.




Ana Rioja Z.

(Prohibida la reproducción de este texto y fotografía sin autorización del autor)



martes, 25 de febrero de 2014


Mis frases preferidas de "Las ardillas de Central Park están triste los lunes". katherine Pancol. 

Estoy más estresada que una vaca sin hierba.

Comportaos como corderos y os convertiréis en chuletas.

Los grupos desnaturalizan al individuo, lo convierten en una oveja que bala.


Cuando el hombre haya cortado el último árbol, contaminado la última gota de agua, matado al último animal y pescado el último pez, se dará cuenta de que el dinero no es comestible.

Es más inteligente encender una lámpara minúscula que lamentarse en la oscuridad.

La vida es como una bicicleta, hay que avanzar para no perder el equilibrio.

No es que los muertos no hablen, es que hemos perdido la costumbre de escucharles (P. Paolo Pasolini)

sábado, 22 de febrero de 2014

La Azotea

Cada noche sueño que puedo volar, que subo a la azotea del humilde edificio que me acoge y que una ráfaga de viento me devuelve a tus brazos.

Regreso a ti, a disfrutar de tu olor y de tu calor. Mi corazón está entre dos aguas, entre mi pasado y mi futuro, y aunque sé que no puedo mirar atrás no puedo evitar sentir nostalgia por ti. 

No me dejaste opción, me obligaste a irme. Necesitaba sentirme vivo y la única opción que me quedaba era sobrevivir lejos de ti. Hoy me rodea otra calidez, otro color, y aunque mi corazón sigue siendo tuyo no quiero pensar en el futuro.

Cada atardecer subo los 15 escalones que separan mi habitación de la azotea desde donde te escribo, paredes  encaladas de un blanco radiante, y suelo del color de la sangre. Y desde allí te observo, con tu contorno  inconfundible.

Siempre me hablaban de la otra orilla, de las oportunidades que ofrecían, del riesgo que suponía pero nunca de la soledad que  me rodearía.

Hoy estoy en el sur de otras tierras extrañas. Y en esos días que el sol brilla en todo su esplendor  y  que la nitidez de la lejanía es perfecta, subo aquí, a este pequeño refugio en que se ha convertido la azotea de mi nuevo hogar, y allí a lo lejos estás tú, África mi gran amor.




Ana Rioja Z.

(Prohibida la reproducción de este texto y fotografía sin autorización del autor)


viernes, 21 de febrero de 2014

Anatomía de un recuerdo

Su mano temblaba al verla. Un sentimiento extraño le embargaba al mirarla, y no sabía cómo interpretarlo. Muchas veces había imaginado como sería volver a estar cerca de ella pero nunca imaginó que fuera tan inesperado. Allí estaba ella, con su belleza helada y una sonrisa permanente en sus labios que parecían sonreírle.

Alguien a su lado le apremiaba a comenzar. Acercó el bisturí, su cuerpo lleno de cicatrices no se estremecía, pero para él cada corte era una profanación. Los recuerdos de su niñez y adolescencia  volvían a su mente de forma dolorosa. Y después de tantos años, ella volvía, solidaria para dar vida. Nunca imaginó que en la sala de prácticas de anatomía de  la Universidad se volverían  a reencontrar.

Ana Rioja Z.

(Prohibida la reproducción de este texto sin autorización del autor)